Gonzalo Rojas Pizarro nació en la provincia de Lebu en 1916, fue uno de los mayores exponentes de la
poesía chilena durante el pasado siglo. Este académico y galardonado poeta
formó parte de la Generación de 1938, movimiento artístico y literario que
retrató la decadencia social de Chile en aquella época. Mereció entre otros, el Premio Nacional de Literatura y el Premio
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en
1992, además se le otorgó el Premio Cervantes en 2003. Gonzalo Rojas falleció en su país natal a los
noventa y cuatro años.
Su obra poética es extensa, pero el siguiente poema, que ha sido
escogido casi al azar, será la excusa para esbozar un breve análisis.
Carta para
volvernos a ver
Escrita en el mar, el
25-X-58, entre las 2 y las 5 de la mañana, a bordo del "Laennec",
Navifrance, por la ruta del Atlántico norte. No publicada hasta la fecha.
Navifrance, por la ruta del Atlántico norte. No publicada hasta la fecha.
Lo feo fue
quererte, mi Fea, conociendo cuánta víbora
era tu sangre, lo monstruoso
fue oler amor debajo de tu olorcillo a hiena, y olvidar
que eras bestia, y no a besos sino a cruel mordedura
te hubiera, en pocos meses, lo vicioso y confuso
descuerado, y te hubiera en la mujer más bella ¡por Safo! convertido.
era tu sangre, lo monstruoso
fue oler amor debajo de tu olorcillo a hiena, y olvidar
que eras bestia, y no a besos sino a cruel mordedura
te hubiera, en pocos meses, lo vicioso y confuso
descuerado, y te hubiera en la mujer más bella ¡por Safo! convertido.
El
título del poema nos indica desde el principio que el yo poético se dirige a un
destinatario, en este caso a la mujer amada. El lugar de enunciación separa dos
realidades: el cielo y el mar.
En
esta estrofa encontramos la primera contradicción que se desarrollará luego a
lo largo del poema: mi Fea-la mujer más
bella. El poeta asocia la fealdad
con la maldad y la belleza con la virtud. Al principio figura de la mujer se construye con imágenes de animales como la
víbora y la hiena, que sugieren la idea
de la muerte. Por otro lado, la mención
de la poetisa Safo de Mitilene, nos recuerda el amor erótico que se desliza
tras los primeros versos. Entonces se sugiere
una mujer fatal, sensual y sobretodo repulsiva.
Porque, vistas
las cosas desde el mar, en el frío de la noche oceánica
y encima de este barco de lujo, con mujeres francesas y espumosas,
y mucha danza, y todo, no hay ninguna
cuyo animal, oh Equívoca, tenga más desenfreno en su fulgor
antes de ti, después de ti.
y encima de este barco de lujo, con mujeres francesas y espumosas,
y mucha danza, y todo, no hay ninguna
cuyo animal, oh Equívoca, tenga más desenfreno en su fulgor
antes de ti, después de ti.
Asocia la
figura de la mujer con elementos festivos como el baile y la bebida, al mismo tiempo sigue
con la primera contradicción y muestra que su amada, antes llamada víbora, puede ser vista, bajo el velo del pasión, como
un ser de luz: no hay ninguna cuyo
animal, oh Equívoca, tenga más desenfreno en su fulgor antes de ti, después de
ti. La concepción de la mujer va
cambiando y ese fulgor al que alude
puede ser de doble significación, uno que relacionaría la idea de virtud y otra
que refiere a la fuerza sexual que proyecta esta mujer.
No hay ojos
verdes
que se parezcan tanto a la ignominia.
que se parezcan tanto a la ignominia.
Ignominia es tu
sangre, Burguesilla: lo turbio que te azota por dentro,
remolino viscoso de miedo y de lujuria, corrupción
de todo lo materno que es la mujer. ¡Acuérdate, Malparida, de aquella pesadilla!
No hay trampa que te valga cuando tiritas y entras al gran baile del muro
donde se te aparecen de golpe los pedazos de la muerte.
remolino viscoso de miedo y de lujuria, corrupción
de todo lo materno que es la mujer. ¡Acuérdate, Malparida, de aquella pesadilla!
No hay trampa que te valga cuando tiritas y entras al gran baile del muro
donde se te aparecen de golpe los pedazos de la muerte.
Cuando
relaciona ignominia y maternidad, retoma la anterior dicotomía, en primer lugar
la vergüenza que ostenta el ser de ojos verdes, como consecuencia de la lujuria y corrupción, productos de la sexualidad natural de la que despoja a
la mujer que se sublima cuando deja de
ser hembra para ser madre. El enunciador introduce ahora la idea del sexo con
la muerte de la mujer casta que desaparece para dar lugar a la lasciva: No hay trampa que te valga cuando tiritas y
entras al gran baile del muro donde se te aparecen de golpe los pedazos de la
muerte. Esta idea se refuerza cuando
habla de la muerte metafórica que hace del cuerpo femenino un cadáver que
produce niños muertos. En esta estrofa
aparece la idea de frustración del hombre que reclama descendencia cuando llama
ramera a quien no pudo ser madre.
No te perdono,
entiéndeme, porque no me perdono, porque el mar
-por hermoso que sea- no perdona al cadáver: lo rechaza y lo arroja
como inútil estiércol.
Muerta estás y aun entonces, cuando dormí contigo, dormí con una máquina
de parir muertos.
-por hermoso que sea- no perdona al cadáver: lo rechaza y lo arroja
como inútil estiércol.
Muerta estás y aun entonces, cuando dormí contigo, dormí con una máquina
de parir muertos.
Nadie podrá
lavar mi boca sino el áspero océano,
Mujer y No-mujer, de tu beso vicioso.
Mujer y No-mujer, de tu beso vicioso.
Lástima de
hermosura. Si hoy te falta de madre justo lo que te sobra
de ramera
y de sábana en sábana, desnuda, vas riendo
y sin embargo empiezas a llorar en lo oscuro cuando no te oye nadie,
es posible, es posible que descubras tu estrella por el viejo ejercicio
del amor, es posible que tanta espuma inútil
pierda su liviandad, se integre en la corriente, vuelva al coro del Ritmo.
de ramera
y de sábana en sábana, desnuda, vas riendo
y sin embargo empiezas a llorar en lo oscuro cuando no te oye nadie,
es posible, es posible que descubras tu estrella por el viejo ejercicio
del amor, es posible que tanta espuma inútil
pierda su liviandad, se integre en la corriente, vuelva al coro del Ritmo.
En
la siguiente estrofa el Ritmo, lo armonioso y equilibrado, es
asociado con el océano que sugiere mejor la idea de sexualidad, flujo y
desplazamiento que tal vez justifique el enfrentar el cielo y el mar, y no el
cielo y la tierra, ya que el movimiento constante de las olas representa con
mayor precisión el movimiento de los cuerpos antes de la cópula y deslinda la
idea de quietud que se relaciona lo terrestre.
Tal vez el largo
oleaje de esta carta te aburra, todo este aire solemne,
pero el Ritmo ha de ser océano profundo
que al hombre y la mujer amarra y desamarra
nadie sabe por qué y, es curioso, yo mismo
no sé por qué te escribo con esta mano, y toco
tu rara desnudez terrible todavía.
pero el Ritmo ha de ser océano profundo
que al hombre y la mujer amarra y desamarra
nadie sabe por qué y, es curioso, yo mismo
no sé por qué te escribo con esta mano, y toco
tu rara desnudez terrible todavía.
No hablemos ya
de mayo ni de junio, ni hablemos
del gran mes, mi Amorosa, que construyó en diamante tu figura
de amada y sobreamada, por encima del cielo, en el volcán
de aquel Chillán de Chile que vivimos los dos, y eternizamos,
silenciosos, seguros de ser uno en el vuelo.
del gran mes, mi Amorosa, que construyó en diamante tu figura
de amada y sobreamada, por encima del cielo, en el volcán
de aquel Chillán de Chile que vivimos los dos, y eternizamos,
silenciosos, seguros de ser uno en el vuelo.
Es
curioso el cambio del nombre de la mujer
que pasa a ser Amorosa, antes Ignominiosa, antes Equívoca,
es decir a medida que el yo poético encuentra y disfruta la fuerza sexual del
ser a quien antes llamó bestia y luego denomina sobreamada, con esto se puede inferir
que la mujer sufre una transformación para el amante, pues aunque no puede ya
purificarse por su condición de no mujer madre, es la sensualidad la que dota
de belleza a un ser antes horrible. El
volcán nuevamente refuerza la idea de asociar elementos de la naturaleza con la
libido.
No. Bajemos de
ahí, mi Sangrienta, y entremos al agosto mortuorio:
crucemos los horribles pasadizos
de tus vacilaciones, volvamos al teléfono
que aún estará sonando. Volemos en aviones a salvar
los restos de Algo, de Alguien que va a morir, mi Dios, descuartizado.
crucemos los horribles pasadizos
de tus vacilaciones, volvamos al teléfono
que aún estará sonando. Volemos en aviones a salvar
los restos de Algo, de Alguien que va a morir, mi Dios, descuartizado.
En
estos versos se redunda en la separación de las dos realidades lo de arriba y
lo de abajo, el enunciador atrae a la
amada, que está abajo, al lugar del amante, es decir a lo elevado. También esta
mujer es llamada Sangrienta a
propósito de la siguiente estrofa donde se nota el reclamo del hombre tanto a
la mujer —que perdió o quiso perder al fruto de su vientre— como a Dios por
haberlo permitido, así ejemplifica que
el ser humano busca hacer responsable a Dios por sus propias faltas.
Digamos bien las
cosas. No es justo que metamos a ningún Dios en esto.
Cínicos y quirúrgicos, los dos, los dos mentimos.
Tú, la más Partidaria de la Verdad, negaste la vida hasta sangrar
contra la Especie (¿Es mucho cinco mil cuatrocientas criaturas por hora...?)
Los dos, los dos cortamos las primeras, las finas
raíces sigilosas del que quiso venir
a vemos, y a besamos, y a juntamos en uno.
Cínicos y quirúrgicos, los dos, los dos mentimos.
Tú, la más Partidaria de la Verdad, negaste la vida hasta sangrar
contra la Especie (¿Es mucho cinco mil cuatrocientas criaturas por hora...?)
Los dos, los dos cortamos las primeras, las finas
raíces sigilosas del que quiso venir
a vemos, y a besamos, y a juntamos en uno.
En
estos versos el amante se señala cómplice de la muerte de los hijos a quienes
la amada negó la vida hasta sangrar.
Miro el abismo
al fondo de este espejo quebrado, me adelanto a lo efímero
de tus días rientes y otra vez no eres nada
sino un color difícil de mujer vuelta al polvo
de la vejez. Adiós. Hueca irás. Vivirás
de lo que fuiste un día quemada por el rayo del vidente.
de tus días rientes y otra vez no eres nada
sino un color difícil de mujer vuelta al polvo
de la vejez. Adiós. Hueca irás. Vivirás
de lo que fuiste un día quemada por el rayo del vidente.
Mortal
contradictorio: cierro esta carta aquí,
este jueves atlántico, sin Júpiter ni estrella.
No estás. No estoy. No estamos. Somos, y nada más.
Y océano,
y océano,
y únicamente océano.
este jueves atlántico, sin Júpiter ni estrella.
No estás. No estoy. No estamos. Somos, y nada más.
Y océano,
y océano,
y únicamente océano.
En
la despedida de la carta, el enunciador condena a su amada y pronostica la soledad
para esa mujer que se negó a ser madre.
La
figura femenina en este poema de Gonzalo Rojas se construye desde varias
perspectivas: la primera es la belleza, luego está la pureza y finalmente la maternidad. En este caso la
amada carece de las tres virtudes y el
poeta reniega de la condición de esta mujer, le reclama la fealdad de su
cuerpo, de su espíritu y la acusa de
infértil.
Así
el poeta chileno ofrece en este poema
una demostración de cómo el cuerpo de la mujer se convierte en un objeto para
el hombre, quien al no obtener de este ninguna satisfacción, lo
desechará despojándolo de su valor. Este poema resulta un llamado de atención para
reflexionar acerca de la materialización del cuerpo ya que esta concepción cada
vez está más arraigada en los medios de comunicación y por lo tanto en la
sociedad que continúa en un lamentable e irrefrenable proceso de
deshumanización.
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