martes, 31 de julio de 2012
67.
A veces me ganaba la cobardía
entonces recordaba que tenía el corazón ligeramente triste
y solía brindar por mí, por ellos
por mis espinas
por tantas equivocaciones
me sentía como una galleta nueva y rota
pero ya no
porque:
ya no tengo sed del mundo.
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