Alberto
Hidalgo Lobato, pródigo poeta y narrador arequipeño, se inició en el vanguardismo durante su estancia en la capital argentina,
lugar donde esta corriente surgió con
más fuerza y contó con más representantes tan bohemios como artistas e
intelectuales que hicieron de bares y cafés los puntos de encuentro para formar un nuevo espíritu contestatario que
cuestionaba y rompía con las normas para el arte que primaban hasta entonces,
este espíritu se llamó vanguardia. Alberto
Hidalgo junto con Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Francisco Luis
Bernárdez, Evar Méndez y otros jóvenes enardecidos con el nuevo ideal
artístico, se sumaron a la producción del vanguardismo latinoamericano por
medio de la difusión oral con recitales y lecturas a plena calle así como con publicaciones
en revistas. Fue así como Hidalgo se impregnó del vanguardismo y luego lo introdujo
a la literatura peruana.
Alberto
Hidalgo además participó en Colónida en 1916 y en otras revistas resaltantes de la época. Entre
sus principales obras figuran: su único libro de cuentos, Los sapos y otras personas, poemarios
como Actitud de los años, Carta al Perú,
Poesía inexpugnable, Joyería, Química del espíritu, Simplismo, así como el ensayo
Diario de
mi sentimiento y libros de
crítica como Hombres y bestias y España no existe.
Es
precisamente la colección de cuentos Los
sapos y otras personas, un ejemplo contundente de lo que significa el
vanguardismo literario que traspasó los límites de la poesía y se instaló también en el cuento.
En
primer lugar la prosa de esta colección es altamente poética, por ejemplo en el
primer párrafo de El Tuerto, Hidalgo además de describir la situación del
personaje hace uso de figuras poéticas
que se mezclan con la narración:
“El pobre hombre, la cuenca
sangrante, todavía colgando sobre el pómulo la esclerótica, partida en dos la
córnea, roto el iris, entontecida la cabeza por el dolor, aún tenía el coraje
de referir cómo sucedió aquello”.
Los sapos y otras
personas es también una obra filosófica
donde el autor se vale de cuentos extraordinarios y de metáforas que se
justifican en el afán de manifestar el pensamiento filosófico e ideológico,
como en el caso de Filosofía negra:
“Has de saber que
la tierra no es lo que aseguran tus sabios con pedantería de gallináceas, sino
un inmenso asador. En él los hombres nos cocemos hasta el punto de la
torrefacción, que es el que más place al Hacedor de Cielos y Tierra. El asador
gira constantemente para que a todos nos alcance por igual el fuego”.
Alberto Hidalgo también utiliza estos cuentos para aludir a
sí mismo introduciéndose como su propio personaje por ejemplo en El árbol sagrado: “Ahora me llamo Alberto
Hidalgo, en homenja al hombre que me salvó la vida, cuyo era ese nombre”.
Asimismo Hidalgo hace uso del cuento El plagiario, para criticar no tan sutilmente a su compañero el
poeta Oliverio Girondo, cuando alude a él y a sus publicaciones que sentencia
como plagios de obras mayores: “un mal no
clasificado, consistente en la suplantación de los órganos vitales del sujeto
por una hipersensibilidad para apoderarse disimuladamente de trabajos
intelectuales ajenos, o sea lo que comúnmente se conoce con el nombre de
plagio”.
El vanguardismo además de romper con el molde del arte
clásico, imponer nuevos criterios y
producir nuevos discursos, busca también un cambio radical de las
manifestaciones literarias; para lo cual recurre a la innovación de la temática
y de los personajes; en tal caso Hidalgo toma como personajes a seres que no
son ni siquiera humanos, por ejemplo los sapos, del cuento del mismo nombre y el
tranvía de El tranvía nº34, en el que
el protagonista sostiene una conversación y mantiene amistad con un tranvía
americano que se suicida.
Hidalgo alguna vez declaró que la pausa no es un recurso
tipográfico sino un estado psicológico, al que recurre constantemente no solo
en su poesía sino también en casi todos los cuentos de Los sapos y otras personas. Es por eso que utiliza la pausa para
independizar ciertos párrafos de un cuento,
como en El tuerto, donde
además de dividir la narración en ocho capítulos, algunos de estos se
subdividen nuevamente en párrafos que describen diversas situaciones que se
añaden al cuento a la mitad del penúltimo apartado.
Por otro lado, la regla de vanguardia es romper todas las
demás reglas del arte; Hidalgo también toma este recurso y da forma a un cuento
que podría ser cuestionado en cuanto a
su estructura formal: La subconsciencia, donde no hay diálogos
ni descripciones propiamente dichos sino que hay una lista de anotaciones para
lo que sería una puesta en escena, que sin embargo mantiene el hilo narrativo.
Aunque
es más bien una característica de la poesía vanguardista la exploración de lo
irracional, como las fobias y manías;
también es válido considerar esta
singularidad de la vanguardia en los cuentos de Hidalgo como Tragedia yanqui, donde el personaje se
obsesiona con los ascensores, en El
melómano, cuyo personaje no puede vivir sin el canto de ópera, El tranvía nº 34, donde el protagonista
llora por el suicidio de su mejor amigo el tranvía, y La
mujer única, donde el personaje principal mantiene una relación sentimental
con la imagen de la mujer que pintó.
Los sapos y otras personas está
plagado de personajes que no pueden ser héroes por su excentricidad y rareza,
así como de protagonistas que llevan por nombre números como la 37 y el 65, de El hombre cubista, 1238 de Más allá de la ciencia, o el doctor 30 de El asunto del Dr. 30. Sin duda también estas particularidades
encajan dentro del cuento vanguardista que propone Alberto Hidalgo.
El
orden y la belleza caracterizan a los cuentos clásicos, esto es cuestionado por
el vanguardismo que propone lo estrafalario, feo y experimental, por ejemplo
retratado en los cuentos Los sapos, Más
allá de la ciencia y La subconsciencia. Así como la sinrazón y
la multiplicidad del punto de vista del narrador se ven reflejados en El tuerto, La subconsciencia, El
asunto del Dr. 30 y Más allá de la
ciencia.
Para
concluir el vanguardismo literario que propone Alberto Hidalgo se manifiesta en
la única colección de cuentos del autor arequipeño: Los sapos y otras personas,
de diversas maneras que van desde un cambio radical en la estructura
formal del relato y en lenguaje hasta la
renovación de la temática y la profundización del mundo interior de los personajes que se alejan de la
heroicidad para hacerse cada vez más excéntricos y repulsivos.
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