jueves, 29 de noviembre de 2012

VANGUARDISMO EN ALBERTO HIDALGO



Alberto Hidalgo Lobato, pródigo poeta y narrador arequipeño,  se inició en el vanguardismo  durante su estancia en la capital argentina, lugar donde esta corriente  surgió con más fuerza y contó con más representantes tan bohemios como artistas e intelectuales que hicieron de bares y cafés los puntos de encuentro para  formar un nuevo espíritu contestatario que cuestionaba y rompía con las normas para el arte que primaban hasta entonces, este espíritu se llamó vanguardia. Alberto  Hidalgo junto con Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Francisco Luis Bernárdez, Evar Méndez y otros jóvenes enardecidos con el nuevo ideal artístico, se sumaron a la producción del vanguardismo latinoamericano por medio de la difusión oral con recitales y lecturas a plena calle así como con publicaciones en revistas. Fue así como Hidalgo se impregnó del vanguardismo y luego lo introdujo a la literatura peruana.
Alberto Hidalgo además participó en Colónida en 1916  y en  otras revistas resaltantes de la época. Entre sus principales obras figuran: su único libro de cuentos, Los sapos y otras personas,  poemarios como Actitud de los años, Carta al Perú, Poesía inexpugnable, Joyería, Química del espíritu, Simplismo,  así como  el ensayo Diario de mi sentimiento y libros de crítica como Hombres y bestias y España no existe.
Es precisamente la colección de cuentos Los sapos y otras personas, un ejemplo contundente de lo que significa el vanguardismo literario que traspasó los límites de la poesía y se instaló  también en el cuento. 
En primer lugar la prosa de esta colección es altamente poética, por ejemplo en el primer párrafo de  El Tuerto, Hidalgo además de describir la situación del personaje  hace uso de figuras poéticas que se mezclan con la narración:
“El pobre hombre, la cuenca sangrante, todavía colgando sobre el pómulo la esclerótica, partida en dos la córnea, roto el iris, entontecida la cabeza por el dolor, aún tenía el coraje de referir cómo sucedió aquello”.
Los sapos y otras personas es también una obra filosófica donde el autor se vale de cuentos extraordinarios y de metáforas que se justifican en el afán de manifestar el pensamiento filosófico e ideológico, como en el caso de  Filosofía  negra:
“Has de saber que la tierra no es lo que aseguran tus sabios con pedantería de gallináceas, sino un inmenso asador. En él los hombres nos cocemos hasta el punto de la torrefacción, que es el que más place al Hacedor de Cielos y Tierra. El asador gira constantemente para que a todos nos alcance por igual el fuego”.
Alberto Hidalgo también utiliza estos cuentos para aludir a sí mismo introduciéndose como su propio personaje por ejemplo en El árbol sagrado: “Ahora me llamo Alberto Hidalgo, en homenja al hombre que me salvó la vida, cuyo era ese nombre”.
Asimismo Hidalgo hace uso del cuento El plagiario, para criticar no tan sutilmente a su compañero el poeta Oliverio Girondo, cuando alude a él y a sus publicaciones que sentencia como plagios de obras mayores: “un mal no clasificado, consistente en la suplantación de los órganos vitales del sujeto por una hipersensibilidad para apoderarse disimuladamente de trabajos intelectuales ajenos, o sea lo que comúnmente se conoce con el nombre de plagio”.
El vanguardismo además de romper con el molde del arte clásico,  imponer nuevos criterios y producir nuevos discursos, busca también un cambio radical de las manifestaciones literarias; para lo cual recurre a la innovación de la temática y de los personajes; en tal caso Hidalgo toma como personajes a seres que no son ni siquiera humanos, por ejemplo los sapos, del cuento del mismo nombre y el tranvía de El tranvía nº34, en el que el protagonista sostiene una conversación y mantiene amistad con un tranvía americano que se suicida.  
Hidalgo alguna vez declaró que la pausa no es un recurso tipográfico sino un estado psicológico, al que recurre constantemente no solo en su poesía sino también en casi todos los cuentos de Los sapos y otras personas. Es por eso que utiliza la pausa para independizar ciertos párrafos de un cuento,  como en El tuerto, donde además de dividir la narración en ocho capítulos, algunos de estos se subdividen nuevamente en párrafos que describen diversas situaciones que se añaden al cuento a la mitad del penúltimo apartado. 
Por otro lado, la regla de vanguardia es romper todas las demás reglas del arte; Hidalgo también toma este recurso y da forma a un cuento que  podría ser cuestionado en cuanto a su  estructura formal: La subconsciencia, donde no hay diálogos ni descripciones propiamente dichos sino que hay una lista de anotaciones para lo que sería una puesta en escena, que sin embargo mantiene el hilo narrativo.
Aunque es más bien una característica de la poesía vanguardista la exploración de lo irracional, como  las fobias y manías; también es válido  considerar esta singularidad de la vanguardia en los cuentos de Hidalgo como Tragedia yanqui, donde el personaje se obsesiona con los ascensores, en El melómano, cuyo personaje no puede vivir sin el canto de ópera, El tranvía nº 34, donde el protagonista llora por el suicidio de su mejor amigo el tranvía, y  La mujer única, donde el personaje principal mantiene una relación sentimental con la imagen de la mujer que pintó.
Los sapos y otras personas está plagado de personajes que no pueden ser héroes por su excentricidad y rareza, así como de protagonistas que llevan por nombre números como la 37 y el 65, de El hombre cubista, 1238 de Más allá de la ciencia,  o el doctor 30 de El asunto del Dr. 30. Sin duda también estas particularidades encajan dentro del cuento vanguardista que propone Alberto Hidalgo.  
El orden y la belleza caracterizan a los cuentos clásicos, esto es cuestionado por el vanguardismo que propone lo estrafalario, feo y experimental, por ejemplo retratado en los cuentos Los sapos, Más allá de la ciencia y  La subconsciencia. Así como la sinrazón y la multiplicidad del punto de vista del narrador se ven reflejados en El tuerto, La subconscienciaEl asunto del Dr. 30 y Más allá de la ciencia.
Para concluir el vanguardismo literario que propone Alberto Hidalgo se manifiesta en la única colección de cuentos del autor arequipeño: Los sapos y otras personas,  de diversas maneras que van desde un cambio radical en la estructura formal del relato y  en lenguaje hasta la renovación de la temática y la profundización del mundo interior  de los personajes que se alejan de la heroicidad para hacerse cada vez más excéntricos y repulsivos.


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