jueves, 6 de junio de 2013

LA INVENCIÓN DE MOREL


Adolfo Bioy Casares, gran exponente de la Literatura fantástica, policial y de ciencia ficción argentina, nació en Buenos Aires en  1914. Su familia alentó su vocación literaria permitiéndole, luego de  haber renunciado a la universidad, encontrar refugio  en una propiedad familiar para dedicarse largas horas a la lectura. Conoció a Jorge Luis Borges con quien mantuvo una sólida amistad de por vida. Más tarde se casó con la escritora Victoria Ocampo.  Su amistad con el autor de Ficciones no opacó la genialidad de Bioy Casares y colaboró con él en publicaciones como Antología de la Literatura Fantástica, Antología poética argentina,  Seis problemas para don Isidro Parodi, Dos fantasías memorables, etc.
Como novelista, Bioy Casares ha publicado: La invención de Morel (1940), Plan de evasión (1945), El sueño de los héroes (1954), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973), La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985), El perjurio de la nieve (1945), Un campeón desparejo (1993) y  De un mundo a otro (1998). Además es autor de diarios, memorias, ensayos y  colecciones de cuentos como La trama celeste (1948), Historia prodigiosa (1956), Guirnalda con amores (1959), El lado de la sombra (1962), El gran serafín (1967), El héroe de las mujeres (1978), Historias desaforadas (1986), Una muñeca rusa (1990) y Una magia modesta (1997).
Recibió el Gran Premio de Honor de la SADE en 1975, seis años después fue galardonado con el Premio Cervantes, en 1990 con  el Premio Internacional Alfonso Reyes y en 1994 obtuvo el Premio Konex de Brillante.
Falleció en 1999.
La invención de Morel  adopta la forma de diario. El protagonista es un convicto que ha logrado esconderse en una isla donde la peste amenaza de muerte a quien desembarque allí. El escenario se presta a la constante paranoia y voyeurismo  del personaje cuyo nombre nunca es revelado. Los turistas que arriban a la isla parecen tan reales como él, pero pronto llega a un macabro descubrimiento. Esas personas, incluida Faustine, la mujer de quien se enamora; son solo proyecciones casi perfectas del invento de Morel, un científico que cree haber descubierto la inmortalidad por medio de un aparato que reproduce situaciones pasadas. Cuando el protagonista se da cuenta, es demasiado tarde y los turistas parten, Faustine con ellos; ante esto él decide perpetuar la memoria de su amada y formar parte de ese recuerdo introduciéndose como holograma en la constante sucesión de los ocho días que pasaron los turistas en la isla. El requisito es morir primero —ya que el alma pasa del cuerpo a la imagen  para que el objeto tridimensional viva para siempre.

Si fuera necesario ubicar esta novela en una corriente literaria, la elección sería difícil pues La invención de Morel, es ciencia ficción pero  también pertenece a la narrativa moderna que propugna la ruptura con la forma tradicional de escritura insertando cuadros exóticos —como bien podría ilustrar esta novela que transcurre en una isla— y un constante impresionismo ya que el narrador autodiegético  transmite su conocimiento del mundo a través de los sentidos, para el protagonista esto  producto de las horas que pasa observando y descubriendo los secretos de la isla y sus falsos inquilinos.  
Por otro lado como exponente de la literatura fantástica es importante resaltar que La invención de Morel se ciñe a las características del relato de este tipo es decir, mediante el rechazo de la lógica para comprender la realidad, Bioy Casares recurre  a la tecnología, en este caso el invento de Morel alude a la holografía,  ingeniada en 1948 por el premio Nobel en Física Dennis Gabor.
Como  acierta  Teresa López Pellisa en su ensayo  El digitalismo en “La invención de Morel; este científico pretende  asumir el papel de demiurgo, tomando la esencia de personas reales para crear imágines virtuales que repiten una semana de placer en una isla paradisiaca con un hotel, una piscina y una capilla. Frente a este descubrimiento al protagonista no le queda más que insertarse a esta falsa realidad para escapar de la propia, ya que al fin y al cabo también será alcanzado por la muerte, y antes que eso suceda prefiere permanecer con Faustine aunque sea en una realidad virtual  alterna e infinita.  
Esta renuncia a la humanidad para alcanzar la felicidad  tiene que generar reflexión en el lector de la novela de Bioy Casares ya que actualmente el hombre se enfrenta a un proceso en el que la tecnología ha absorbido su esencia haciendo que deje de existir en su medio real  para convertirse en un avatar, en un personaje más del cyberspace donde lógicamente se reconfigura para agradarle al mundo. Esta deshumanización llega de la mano con la globalización  por medio de la cual se anula  el pensamiento y la apreciación crítica del mundo.  Al insuflarle otro sentido a la novela de Bioy Casares, un lector atento cae en la cuenta de que el ser humano en el afán de perseguir el poder y lograr la satisfacción de todos sus deseos  poco a poco va destruyéndose a sí mismo, a sus semejantes y a su entorno ya que pierde de vista su fin último que es  encontrar en su interior la conjunción armónica del espíritu que se materializa en la construcción de una sociedad más solidaria y pacífica.


Bibliografía
·         Bioy Casares, Adolfo: La invención de Morel, Editorial Losada, S.A. Buenos Aires, 1940.

·         López Pellisa, Teresa:  El digitalismo en La invención de Morel, Ensayos sobre ciencia ficción y literatura fantástica, Madrid, 2009.

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