lunes, 12 de agosto de 2013

AURA: Carlos Fuentes



Carlos Fuentes Macías nació en Panamá en 1928. Por ser hijo de un diplomático, vivió  esporádicamente en muchas capitales latinoamericanas. En México se graduó  en Derecho y en Ginebra, en Economía. Fue embajador de su país en Francia y se desempeñó como docente en prestigiosas universidades americanas durante la década del setenta, donde luego fue nombrado como Doctor honoris causa.  Además era colaborador de revistas y periódicos y escribió guiones de cine para adaptar libros como Pedro Páramo.
En 1977 recibió el Premio Rómulo Gallegos, en 1987, el Cervantes, en 1994, el Príncipe de Asturias. También fue nombrado por la Academia Mexicana de la Lengua como miembro honorario.
Falleció en México en 2012. En honor a esta estrella del firmamento de artistas se creó el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español.
Carlos Fuentes es autor de novelas como: La región más transparente (1959), Las buenas conciencias (1959), La muerte de Artemio Cruz (1962), Aura (1962), Zona Sagrada (1967), Cambio de piel (1967), Cumpleaños (1969), Terranostra (1975), La cabeza de la hidra (1978) Instinto de Inez (2001), Federico en su balcón (2012), entre otras.
Entre sus colecciones de cuentos resaltan: Los días enmascarados (1954), Cantar de ciegos (1964), Agua quemada (1983), El Naranjo (1994), La frontera de cristal. Una novela en nueve cuentos (1995), Carolina Grau (2010).
Escribió también ensayos, obras de teatro y libretos de ópera.

El tercer enunciado del epígrafe tomado de Jules Michelet, usado en Aura —novela clave dentro del boom latinoamericano resume la novela de Carlos Fuentes: Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer.  Así es como el personaje de Felipe Montero nace y muere sobre el pecho de Aura y de Consuelo Llorente, cegado por la pasión y víctima de la intriga que ha preparado la anciana moribunda,  el joven asustado deja de ser Felipe Montero para convertirse en el general Llorente, esposo de la misteriosa anciana de ojos verdes.
Se trata de dos mujeres que resultan ser diferentes caras de una misma moneda.  Consuelo, la anciana  enferma de más de cien años frente a Aura, la joven que irradia belleza a través de sus ojos tan verdes e inmortales como los de su tía. Consuelo, obsesionada con los rituales y con publicar las memorias de su difunto esposo, Aura sumisa a la voluntad de la anciana que parece manipularla.  Montero percibe movimientos similares en ambas mujeres pero solo puede sospechar que Aura no es libre  y la intenta rescatar pero luego queda prisionero como ella,  en esa casa lúgubre que habla de muerte y recuerdos de difuntos.
Cecilia Eudave, escritora y ensayista mexicana,  en un artículo titulado Simbolismo y ritualidad en Aura, plantea la existencia de elementos simbólicos en esta novela. En primer lugar habla de la casa de la anciana que representa  un útero, en el cual ha sido concebida mágicamente  la bella Aura pero también es un útero que recibe al joven Montero y lo mantiene alejado del exterior, como se ejemplifica cuando Consuelo prohíbe la salida del historiador a la calle ya que todo lo que necesita para trabajar lo encontrará en ese edificio con rasgos de los castillos que describe Poe.  El hecho de que Felipe llegue a esa casa tenebrosa es representado con el verbo penetrar, que alude simbólicamente el ingreso del órgano masculino en la cavidad oscura  del cuerpo de la mujer, es decir a  la casa habitada por esas damas misteriosas.  
Esa casa también podría representar la figura de la madre, que recuerda más bien un pasado feliz que Consuelo quiere preservar alejando la luz de la realidad de sus viejas paredes. De este modo aunque no se trate de una estancia acogedora, es un lugar seguro donde Felipe se instala como si conociera esas habitaciones, como si fueran suyas la cama y la almohada donde duerme.  Esta alusión nos hace pensar en el Edipo de Freud, donde el niño ansía el seno simbólico y real de la madre, así pues Felipe busca a esa madre en la figura de Aura, a quien jura amor eterno, pero quien finalmente desaparece en el cuerpo mortecino de la anciana Consuelo.
El nombre de Aura no deja de ser otro simbolismo que puede relacionarse con ese espectro luminoso que proyecta un ser divino. En este caso la joven es la proyección de Consuelo y la luz final que percibe el bebé cuando sale por la vagina de la madre, de esta manera a través de Aura, a quien Montero se une en un acto sexual presenciado por Consuelo, nace la reencarnación del general Llorente.
Como señala Cecilia Eudave, los animales en esta novela no han sido escogidos al azar.  Por ejemplo la aldaba  en forma de perro —animal que en algunas culturas vigila la entrada al mundo de los muertos— Saga, la coneja que alude a la renovación y a la vitalidad; los gatos relacionados desde siempre con la brujería y el chivo que descuartiza Aura en la cocina, hecho que asusta a Felipe quien percibe peligro tal vez por pensarse a sí mismo como la víctima que la anciana va a sacrificar.
Carlos Fuentes, como escritor del boom latinoamericano y como representante del realismo mágico nos ha dejado en Aura, una novela que se reinventa constantemente —como el joven Felipe Montero— a través de diferentes lecturas que proporcionan un entrelineado por descubrir.


Bibliografía
Eudave, Cecilia. Simbolismo y ritualidad en la novela Aura de Carlos Fuentes. 2001
Fuentes, Carlos. Aura.  Biblioteca Era, México 2001



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