lunes, 29 de octubre de 2012

AREQUIPA EN TRES POETAS


Alberto Hidalgo Lobato nació en Arequipa en 1897, César Atahualpa Rodríguez en  1889 y Guillermo Mercado Barroso en 1904. Tres poetas que han hecho de su poesía  la más bella expresión de la tierra donde nacieron. Tres poetas nacidos casi siete años uno después del otro, supieron retratar a Arequipa de similar manera. Hidalgo, vanguardista mientras que  Atahualpa y Mercado regionalistas consagrados a Arequipa, captan con un mismo sentimiento a esta cuidad  al pie del volcán.
Es evidente que la primera imagen de Arequipa es la de un paisaje campestre, como alude Mercado en uno de sus poemas que empieza con la descripción del sol  y de paisajes montañosos, donde habitan en armonía los  árboles y las aves;  dice Mercado de esta cuidad,  en su poema Ausencia de Arequipa:

En el aliento guerrero de un Inca vino tu alma,
Y hecha de sol y de llanto de tus paisajes
Brotaste un día del sueño de tus montañas

Soleada lejanía del alma, aldea de la ternura,
tu nombre lo escribe un vuelo tendido de golondrinas,
tus árboles envejecidos, lejanos, se mecen en mi cariño
y toda mi pena se va alegre a repartirse
en las alas de tus pájaros...

Cuidad tallada en ternura, alegre apretón de árboles y casas
en el abrazo de tus montañas…

A su estilo César Atahualpa refleja casi la misma imagen de Arequipa como paisaje rural en el poema del mismo nombre, donde refiere elementos campestres como rosales, maizales, surcos, palomas, arroyos y bosques:
La tierra huele a germen, a besos los rosales;
Un mastín plañidero ladra al sol del camino;
Las palomas se ayuntan en la paz del molino
Y un estremecimiento  pasa por los maizales.

De los estercoleros vienen brisas termales;
Por la raya del surco se pierde un campesino


Hidalgo, por su parte, aludiendo también al paisaje campestre, en un mismo poema escribe:

…De la que forman parte la tristeza fluvial y la verdura…
Arequipa y sus fábricas de flores naturales

Asimismo la añoranza del poeta que escribe estando lejos de su tierra, también la comparten César Atahualpa y Guillermo Mercado:
Un poema de Mercado dice en la tristeza de la lejanía de Arequipa:
A esta distancia tengo abrazado el pecho
a la sombra de tus aldeas,
y las palabras Yumina, Sachaca, Yanahuara, Cayma,
son las cumbres de mi voz y de mi canto…

te recuerdo callado, triste como tus tardes,
pero así me quedo con los ojos abrazados a tus crepúsulos
o mascando una rama de tu cielo.


Años antes, Atahualpa escribiría con similar nostalgia:

Y cuando miro a vuelo de ave
la lejanía de los campos
me llueve en los ojos un suave
relampagueo de lampos.
Y en los senderos infinitos,
sobre las ménsulas complejas,
guiñan sus luces los distritos
como sonámbulas abejas.


De la misma forma la personificación  de Arequipa como mujer es interesante y recurrente en la poesía de estos tres escritores.  Por ejemplo Hidalgo dibuja entre versos a una mujer de claro rostro, alegando tal vez a la piel clara de las arequipeñas, a una mujer deseable como un higo, fruto que se encuentra en casi todas las huertas de las familias arequipeñas, como a una  novia, como una virgen inalcanzable que viste corpiño y polleras, no blusas y faldas burguesas, aludiendo aquí a la imagen de Arequipa todavía como espacio rural y no del todo urbano.   Escribe  Hidalgo en su poema XXI: 
Arequipa cuidad de claro rostro
De corpiño opulento y excitante como un higo posible
Y pantorrillas de sillar que aguantan el peso de las casas
Ciudad a la que nadie se ha atrevido a meterle
 la mano en las polleras…
Y a la que se la quiere como a una novia siempre saboreada…


Similar personificación retrata César Atahualpa, quien muestra a una mujer del campo que dócil espera entre la naturaleza la llegada de su amado.

Tú me esperas sumisa perdida en la floresta
Acechando la giba ruinosa de la cuesta,
Por donde llego siempre cargado de ilusiones

Y al encontrarte sola frente al cálido ambiente,
Con un beso sonoro purifico tu frente;
Y al estampido vuelan parvadas de gorriones.

Mercado también encarna a Arequipa como mujer campesina en su poesía de la siguiente manera:
Tierra chola como eres de trenzas y de lampa,
Te veo siempre bajo el atado de tus miserias o bailando
Bajo el pendón alegre de tus domingos…

Es importante  resaltar que  en esta  la representación de la mujer que es Arequipa, es más bien tierna  y no  sensual,  pues ante todo se trata de una campesina que se supone, desconoce los vicios y costumbres de la cuidad, pues sobre todo los tres poetas retratan  a Arequipa en la abundante campiña de la época que comparten y no en la urbe capitalista de nuestra actualidad, invadida más por centros comerciales, que por extensiones agrícolas.
El Misti también es un tema recurrente en la poesía de Hidalgo, Atahualpa y Mercado. Este volcán es también personificado de singular manera por los tres poetas, para Hidalgo el volcán es un humano gallardo, soberbio y arrogante que saluda con sombrero en mano y a la vez es un inca de frente nevada y coronada de estrellas:

Soberbio, lleno de altivez, ufano
de su bella apostura y gallardía,
cuando amanece, el Misti con humano
sentimiento bendice el nuevo día.

Los gallos le saludan desde el llano
con una orquestación de algarabía,
que él contesta, arrogante, con un vano
gesto de nieve de su testa fría.

Al ocultarse el Sol en el poniente,
parece un inca de nevada frente
coronado de innúmeras centellas.

Para Atahualpa, en cambio el Misti es un pastor huraño y fervoroso que evoca una oración al cielo:
Torbellino de tierra y de granito,
Rotundo cono sobre el suelo;
La nube le hace a veces un capelo
De Cardenal…Señor del infinito.

Su fe de nacimiento no se ha escrito;
Tiene entrañas caducas, y es su anhelo
Tender los labios hacia el puro cielo,
Como en una oración, todo contrito...

Levanta su amenaza. Siempre huraño,
Como el pastor que engorda a su rebaño,
Mira pacer las casas de Arequipa

Mercado describe al Misti como el amante de la mujer-tierra  Arequipa:
La tierra se movió como una mujer
al abrazo del volcán, su amo y señor,
que la besó sonoramente, lujuriante,
como besara un rey a su esclava salvaje.
Y la tierra tembló terrible y sensual,
bajo el beso de lava del volcán.

Por otro lado, la descripción arquitectónica de Arequipa en la poesía de los tres  escritores  es similar, por ejemplo Atahualpa Rodríguez escribe de los muros, las calles y las torres de la catedral:
Fuertes muros enanos en callejas estrechas,
Vías que con sinuosas contorsiones están
O muy cerca del templo de abigarradas flechas
O de la granja ruda donde dormita un can.

Torres como cabezas de elefante, con brechas,
Por cuyas hendiduras las golondrinas van…


Mientras que Mercado expone las calles en Ausencia de Arequipa:
calles, arterias que salen del corazón
por donde ha corrido la democracia…
calles de Arequipa hechas para el pie desnudo y sonoro de
tus campanas…
ciudad tallada en ternura
tu blancura vuela y despierta el sueño de tus jardines…


Y la blancura del sillar del que están hechas las calles que encierran la historia de nuestra ciudad, en La entrada de sillares:
Pega su estirón el camino y saltan del paisajes
los sillares como volúmenes
unos de revolución…
los sillares cargados como están de días soleados,
de ríos en entrada,
de relinchos,
de gritos
y de jaranas.


Además la religiosidad del pueblo arequipeño es sin duda una característica común  también en la lírica de los tres poetas:

Hidalgo escribe:

Arequipa y los médicos que les recetan Dios a sus pacientes


Atahualpa hace lo propio en Oración:

Cristo
Hace ya rato
Que el mundo te ha visto;
Y que el hombre, animal insensato,
Queriendo materializarte, para mirarte
Ha pintado su propio retrato.


Mercado a su vez en un conmovedor poema, Mi credo a Jesucristo, retrata la fe de todo arequipeño creyente:

Creo en tus pasos por la tierra,
porque crece y sonríe la hierba humilde en ella…
Creo e la Cruz en que te mataron,
porque es siempre en una cruz trabajada de amor
donde vamos muriendo.
Creo en la mañana de tu resurrección,
porque es tu rostro el que resucita y preside
cada mañana de la miseria.


Finalmente, si se habla de Arequipa, no se puede dejar de hablar de revolución, lo propio hacen Hidalgo, Atahualpa y Mercado, en diferentes poemas.

Hidalgo en el poema XXI, escribe:

Ciudad con fisiología de semilla
pues donde caen un desacierto brota en seguida una
revolución.


Atahualpa expresa el sentido de revolución en Arequipa en dos  versos inmortalizados en los arcos de los portales del  mirador de Yanahuara:

Aquí se hicieron cañones de metal de las campanas para encauzar los desbordes de lavas republicanas


Que el pueblo que defiende en derecho lleva un muro invencible en cada pecho.


Pero es Guillermo Mercado quien con mayor énfasis  alude a la revolución y al espíritu contestatario de los arequipeños incitando a la lucha por los legítimos derechos del pueblo en Mis credenciales:

Arequipa,
porque en tu corazón
hecho de lava y de ternura,
me consta que la Patria atribulada
se sirve
el real fermento
de su libertad sagrada,
cada vez que se alza la pálida
cuando lobos y vampiros la succionan.


En El poema de tu historia:

Tensas tus calles
se henchían y desbordan
el torrente embravecido de tu pueblo…
En los pechos desabrochados
tus corazones desenvolvían
y enarbolaban
sus banderas de sangre…


Así como en Poema y mensaje a mi pueblo:

Que la libertad que gozan ellos
será comedia de esclavos,
si no la viven, la trabajan y elevan
en la jornada suprema de cada día,
si no la saben en el pan, en el amor y en la idea.
Si no derruyen las celdas
de esas conciencias de barro,
para que ella entre en la vida
como el oxígeno, como el sol y como el agua.


Para concluir, tanto Alberto Hidalgo, como César Atahualpa Rodríguez y Guillermo Mercado —que dada la salvedad de siete a quince años de diferencia de edades, viven en el mismo espacio geográfico: Arequipa todavía rural y no tanto urbana,  alrededor del siglo diecinueve—  poseen similar visión de Arequipa ya sea tanto como paisaje campestre, así como espacio arquitectónico, de la misma manera que  expresan de equivalente manera la personificación femenina de Arequipa como masculina del Misti así como retratan la misma religiosidad y espíritu revolucionario de la cuidad que a pesar del paso del tiempo, ha podido conservar —de no ser por la desaparición del campo para dar lugar a la creciente urbe—   las mismas características hasta el día de hoy.


Texto y fotografías propias.


CONTENIDO INTELECTUAL DE LA 
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