Jorge Icaza Coronel nació en 1906 en Ecuador. Fue un novelista
y dramaturgo que adquirió fama con su novela Huasipungo, publicada en 1934.
Vivió desde pequeño en la Hacienda Chimborazo, este escenario le sirvió
de base para retratar la vida del indio ecuatoriano. Estudió medicina pero se dedicó a recorrer su
país haciendo teatro. Es considerado
como uno de los mayores representantes de la narrativa indigenista del siglo
XX. Entre sus obras publicadas
están Sin sentido y Flagelo (teatro); Barro de la Sierra, Seis relatos y Atrapados (cuentos);
En las calles, Cholos, Media vida deslumbrados, Huairapamushcas, y En
la casa chola (novelas).
Falleció eb 1978.
Huasipungo,
considerada como uno de los mayores logros novelísticos en Ecuador, forma parte
de la narrativa indigenista hispanoamericana del siglo XX. Antonio Cornejo Polar considera al indigenismo
como una manifestación literaria aun latente, que surge como producto posterior
a la conquista y refleja la visión del indio frente a la
crueldad del hombre blanco —mestizo, criollo o extranjero— que lo ha hecho
esclavo. Con esta obra Jorge Icaza representó la realidad infrahumana en la que
vivían los indios ecuatorianos durante el segundo gobierno del presidente
García Moreno.
En
esta novela se ven marcadas diferencias entre dos grupos sociales, unos que
viven a costa del trabajo de los otros quienes son considerados como animales. Esta
dicotomía obedece al deseo de denunciar la opresión del indio que despojado de
sus tierras, es obligado a trabajar para un patrón que a cambio le cede un pequeño terreno donde
puede vivir y cultivar sus alimentos, esta tierra es el huasipungo y este indio que
en la novela representa al indígena ecuatoriano, se dibuja con el nombre
de Andrés Chiliquinga. El hombre blanco
tiene doble representatividad en la novela de Icaza, por un lado la máxima
autoridad para los indios se reparte entre el cura y el patrón Alfonso Pereira y por otro lado están los empresarios
norteamericanos que ofrecen el progreso
y civilización para el pueblo y riquezas
para Pereira a cambio de los territorios que habitan los indios, tierra fértil
que sirve para la explotación de madera y la extracción de petróleo.
Icaza
deforma hasta la repugnancia al indio, lo retrata como un salvaje a quien difícilmente se ha
logrado domesticar para el trabajo; objeto manipulable que le teme al castigo de Dios y es víctima del patrón que
le niega el pago justo por su trabajo. Las mujeres de los huasipungos también
son descritas como salvajes, un ejemplo es La Cunshi, quien muere por haber comido la
carne del buey que Pereira prefirió enterrar antes que regalarla a los indios
que tuvieron que robarla para no morir
de hambre. Finalmente hasta los niños
son señalados como salvajes que se unen
a sus padres, armados de piedras, para
defender la tierra que les arrebatan los
yanquis, cómplices del patrón.
La
descripción del hombre blanco sugiere
una posición casi neutral de Jorge Icaza pues dibuja también los vicios del
patrón casi tan deplorables como las costumbres de los indios. Pereira no tiene reparos en violar a las
mujeres de sus trabajadores y su crueldad se apoya en el ansia de conseguir
dinero para satisfacer sus pasiones. La
mujer blanca tampoco representa la virtud puesto que Pereira debe ausentarse de la
ciudad para esconder la deshonra de su hija.
Huasipungo,
comparada con otras novelas del indigenismo hispanoamericano del siglo XX como Raza
de Bronce, de Alcides Arguedas y Los
ríos profundos de José María Arguedas, a pesar de abordar una temática
común y de tener como protagonista al indio, no logra promover la valoración cultural
de una raza esclavizada por otra y mucho menos defenderla sino solo
desfigurarla.
En
conclusión, Huasipungo, novela de
corte indigenista del ecuatoriano Jorge Icaza, retrata la realidad de un
indígena a quien no llega a defender sino solo representar como un animal
salvaje aferrado a un pedazo de tierra y
cuya vida no vale nada y no es otra cosa más que herramienta de trabajo—
pero tampoco define las virtudes del hombre blanco y civilizado sino que le
deforma también como otro ser instintivo y pasional que obedece al deseo de
poder y placer.
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