viernes, 17 de mayo de 2013

HUASIPUNGO


Jorge Icaza Coronel nació en 1906 en Ecuador. Fue un novelista y dramaturgo que adquirió fama con su novela Huasipungo, publicada en 1934.  Vivió desde pequeño en la Hacienda Chimborazo, este escenario le sirvió de base para retratar la vida del indio ecuatoriano.  Estudió medicina pero se dedicó a recorrer su país haciendo teatro.   Es considerado como uno de los mayores representantes de la narrativa indigenista del siglo XX.  Entre sus obras publicadas están  Sin sentido y Flagelo (teatro);  Barro de la Sierra, Seis relatos y Atrapados   (cuentos); En las calles, Cholos, Media vida deslumbrados, Huairapamushcas, y  En la casa chola (novelas). 
Falleció eb 1978.
Huasipungo, considerada como uno de los mayores logros novelísticos en Ecuador, forma parte de la narrativa indigenista hispanoamericana del siglo XX.  Antonio Cornejo Polar considera al indigenismo como una manifestación literaria aun latente, que surge como producto posterior a la conquista  y  refleja la visión del indio frente a la crueldad del hombre blanco —mestizo, criollo o extranjero— que lo ha hecho esclavo. Con esta obra Jorge Icaza representó la realidad infrahumana en la que vivían los indios ecuatorianos durante el segundo gobierno del presidente García Moreno.
En esta novela se ven marcadas diferencias entre dos grupos sociales, unos que viven a costa del trabajo de los otros quienes son considerados como animales. Esta dicotomía obedece al deseo de denunciar la opresión del indio que despojado de sus tierras, es obligado a trabajar para un patrón  que a cambio le cede un pequeño terreno donde puede vivir y cultivar sus alimentos, esta tierra es el huasipungo y este indio que  en la novela representa al indígena ecuatoriano, se dibuja con el nombre de Andrés  Chiliquinga. El hombre blanco tiene doble representatividad en la novela de Icaza, por un lado la máxima autoridad para los indios se reparte entre el cura y el patrón Alfonso Pereira  y por otro lado están los empresarios norteamericanos que ofrecen  el progreso y civilización para el  pueblo y riquezas para Pereira a cambio de los territorios que habitan los indios, tierra fértil que sirve para la explotación de madera y la extracción de petróleo. 
Icaza deforma hasta la repugnancia al indio, lo retrata  como un salvaje a quien difícilmente se ha logrado domesticar para el trabajo; objeto manipulable que le teme al  castigo de Dios y es víctima del patrón que le niega el pago justo por su trabajo. Las mujeres de los huasipungos también son descritas  como salvajes, un ejemplo  es La Cunshi, quien muere por haber comido la carne del buey que Pereira prefirió enterrar antes que regalarla a los indios que tuvieron que  robarla para no morir de hambre.  Finalmente hasta los niños son señalados como salvajes  que se unen a sus padres, armados de piedras,  para defender la tierra que  les arrebatan los yanquis, cómplices del patrón.
La descripción del hombre blanco  sugiere una posición casi neutral de Jorge Icaza pues dibuja también los vicios del patrón casi tan deplorables como las costumbres de los indios.  Pereira no tiene reparos en violar a las mujeres de sus trabajadores y su crueldad se apoya en el ansia de conseguir dinero para satisfacer sus pasiones.  La mujer blanca tampoco representa la virtud  puesto que Pereira debe ausentarse de la ciudad para esconder la deshonra de su hija.
Huasipungo, comparada con otras novelas del indigenismo hispanoamericano del siglo XX  como Raza de Bronce, de Alcides Arguedas y Los ríos profundos de José María Arguedas, a pesar de abordar una temática común y de tener como protagonista al indio, no logra promover la valoración cultural de una raza esclavizada por otra y mucho menos defenderla sino solo desfigurarla.
En conclusión, Huasipungo, novela de corte indigenista del ecuatoriano Jorge Icaza, retrata la realidad de un indígena a quien no llega a defender sino solo representar como un animal salvaje aferrado a un pedazo de tierra y  cuya vida no vale nada y no es otra cosa más que herramienta de trabajo— pero tampoco define las virtudes del hombre blanco y civilizado sino que le deforma también como otro ser instintivo y pasional que obedece al deseo de poder y placer.
§ 

No hay comentarios: