Alberto Hidalgo Lobato nació en Arequipa en 1897, César
Atahualpa Rodríguez en 1889 y Guillermo
Mercado Barroso en 1904. Tres poetas que han hecho de su poesía la más bella expresión de la tierra donde
nacieron. Tres poetas nacidos casi siete años uno después del otro, supieron
retratar a Arequipa de similar manera. Hidalgo, vanguardista mientras que Atahualpa y Mercado regionalistas consagrados
a Arequipa, captan con un mismo sentimiento a esta cuidad al pie del volcán.
Es evidente que la primera imagen de Arequipa es la
de un paisaje campestre, como alude Mercado en uno de sus poemas que empieza
con la descripción del sol y de paisajes
montañosos, donde habitan en armonía los
árboles y las aves; dice Mercado
de esta cuidad, en su poema Ausencia de Arequipa:
En el
aliento guerrero de un Inca vino tu alma,
Y hecha de
sol y de llanto de tus paisajes
Brotaste un
día del sueño de tus montañas
Soleada
lejanía del alma, aldea de la
ternura,
tu nombre lo escribe un vuelo tendido de golondrinas,
tus árboles envejecidos, lejanos, se mecen en mi cariño
y toda mi pena se va alegre a repartirse
en las alas de tus pájaros...
Cuidad tallada en ternura, alegre apretón de árboles y casas
en el abrazo de tus montañas…
A su estilo César Atahualpa refleja casi
la misma imagen de Arequipa como paisaje rural en el poema del mismo nombre,
donde refiere elementos campestres como rosales, maizales, surcos, palomas,
arroyos y bosques:
La tierra huele a germen, a besos los rosales;
Un mastín plañidero ladra al sol del camino;
Las palomas se ayuntan en la paz del molino
Y un estremecimiento pasa por los maizales.
De los estercoleros vienen brisas termales;
Por la raya del surco se pierde un campesino…
Hidalgo, por su parte, aludiendo
también al paisaje campestre, en un mismo poema escribe:
…De la que forman parte la tristeza fluvial y la verdura…
Arequipa y sus fábricas de flores naturales
Asimismo la añoranza del poeta que escribe
estando lejos de su tierra, también la comparten César Atahualpa y Guillermo
Mercado:
Un poema de Mercado dice en la tristeza de
la lejanía de Arequipa:
A esta distancia tengo abrazado el pecho
a la sombra de tus aldeas,
y las palabras Yumina, Sachaca, Yanahuara, Cayma,
son las cumbres de mi voz y de mi canto…
te recuerdo callado, triste como tus tardes,
pero así me quedo con los ojos abrazados a tus crepúsulos
o mascando una rama de tu cielo.
Años antes, Atahualpa escribiría con
similar nostalgia:
Y
cuando miro a vuelo de ave
la lejanía de los campos
me llueve en los ojos un suave
relampagueo de lampos.
la lejanía de los campos
me llueve en los ojos un suave
relampagueo de lampos.
Y en
los senderos infinitos,
sobre las ménsulas complejas,
guiñan sus luces los distritos
como sonámbulas abejas.
sobre las ménsulas complejas,
guiñan sus luces los distritos
como sonámbulas abejas.
De la misma forma la personificación de Arequipa como mujer es interesante y
recurrente en la poesía de estos tres escritores. Por ejemplo Hidalgo dibuja entre versos a una
mujer de claro rostro, alegando tal vez a la piel clara de las arequipeñas, a
una mujer deseable como un higo, fruto que se encuentra en casi todas las
huertas de las familias arequipeñas, como a una novia, como una virgen inalcanzable que viste
corpiño y polleras, no blusas y faldas burguesas, aludiendo aquí a la imagen de
Arequipa todavía como espacio rural y no del todo urbano. Escribe
Hidalgo en su poema XXI:
Arequipa cuidad de claro rostro
De corpiño opulento y excitante como un higo posible
Y pantorrillas de sillar que aguantan el peso de las casas
Ciudad a la que nadie se ha atrevido a meterle
la mano en las
polleras…
Y a la que se la quiere como a una novia siempre saboreada…
Similar
personificación retrata César Atahualpa, quien muestra a una mujer del campo
que dócil espera entre la naturaleza la llegada de su amado.
Tú me esperas sumisa perdida en la floresta
Acechando la giba ruinosa de la cuesta,
Por donde llego siempre cargado de ilusiones
Y al encontrarte sola frente al cálido ambiente,
Con un beso sonoro purifico tu frente;
Y al estampido vuelan parvadas de gorriones.
Mercado también encarna a Arequipa como
mujer campesina en su poesía de la siguiente manera:
Tierra chola como eres de trenzas y de lampa,
Te veo siempre bajo el atado de tus miserias o bailando
Bajo el pendón alegre de tus domingos…
Es importante resaltar que
en esta la representación de la
mujer que es Arequipa, es más bien tierna
y no sensual, pues ante todo se trata de una campesina que
se supone, desconoce los vicios y costumbres de la cuidad, pues sobre todo los
tres poetas retratan a Arequipa en la
abundante campiña de la época que comparten y no en la urbe capitalista de
nuestra actualidad, invadida más por centros comerciales, que por extensiones
agrícolas.
El Misti también es un tema recurrente en
la poesía de Hidalgo, Atahualpa y Mercado. Este volcán es también personificado
de singular manera por los tres poetas, para Hidalgo el volcán es un humano
gallardo, soberbio y arrogante que saluda con sombrero en mano y a la vez es un
inca de frente nevada y coronada de estrellas:
Soberbio, lleno de altivez, ufano
de su bella apostura y gallardía,
cuando amanece, el Misti con humano
sentimiento bendice el nuevo día.
Los gallos le saludan desde el llano
con una orquestación de algarabía,
que él contesta, arrogante, con un vano
gesto de nieve de su testa fría.
Al ocultarse el Sol en el poniente,
parece un inca de nevada frente
coronado de innúmeras centellas.
Para Atahualpa, en cambio el Misti es un
pastor huraño y fervoroso que evoca una oración al cielo:
Torbellino de tierra y de granito,
Rotundo cono sobre el suelo;
La nube le hace a veces un capelo
De Cardenal…Señor del infinito.
Su fe de nacimiento no se ha escrito;
Tiene entrañas caducas, y es su anhelo
Tender los labios hacia el puro cielo,
Como en una oración, todo contrito...
Levanta su amenaza. Siempre huraño,
Como el pastor que engorda a su rebaño,
Mira pacer las casas de Arequipa
Mercado describe al Misti como el amante
de la mujer-tierra Arequipa:
La tierra se movió como una mujer
al abrazo del volcán, su amo y señor,
que la besó sonoramente, lujuriante,
como besara un rey a su esclava salvaje.
Y la tierra tembló terrible y sensual,
bajo el beso de lava del volcán.
Por otro lado, la descripción
arquitectónica de Arequipa en la poesía de los tres escritores es similar, por ejemplo Atahualpa Rodríguez
escribe de los muros, las calles y las torres de la catedral:
Fuertes
muros enanos en callejas estrechas,
Vías
que con sinuosas contorsiones están
O muy
cerca del templo de abigarradas flechas
O de
la granja ruda donde dormita un can.
Torres
como cabezas de elefante, con brechas,
Por
cuyas hendiduras las golondrinas van…
Mientras que Mercado expone las calles en Ausencia de Arequipa:
calles,
arterias que salen del corazón
por donde
ha corrido la democracia…
calles de
Arequipa hechas para el pie desnudo y sonoro de
tus
campanas…
ciudad
tallada en ternura
tu blancura
vuela y despierta el sueño de tus jardines…
Y la blancura del sillar del que están hechas las
calles que encierran la historia de nuestra ciudad, en La entrada de sillares:
Pega su
estirón el camino y saltan del paisajes
los
sillares como volúmenes
unos de
revolución…
los
sillares cargados como están de días soleados,
de ríos en
entrada,
de
relinchos,
de gritos
y de
jaranas.
Además la religiosidad del pueblo arequipeño es sin duda una
característica común también en la
lírica de los tres poetas:
Hidalgo escribe:
Arequipa y los médicos que les recetan Dios a sus
pacientes
Atahualpa hace lo propio en Oración:
Cristo
Hace ya rato
Que el mundo te ha visto;
Y que el hombre, animal
insensato,
Queriendo materializarte, para
mirarte
Ha pintado su propio retrato.
Mercado a su vez en un
conmovedor poema, Mi credo a Jesucristo,
retrata la fe de todo arequipeño creyente:
Creo en tus pasos por la tierra,
porque crece y sonríe la hierba humilde en ella…
Creo e la Cruz en que te mataron,
porque es siempre en una cruz trabajada de amor
donde vamos muriendo.
Creo en la mañana de tu resurrección,
porque es tu rostro el que resucita y preside
cada mañana de la miseria.
Finalmente, si se habla de
Arequipa, no se puede dejar de hablar de revolución, lo propio hacen Hidalgo,
Atahualpa y Mercado, en diferentes poemas.
Hidalgo en el poema XXI, escribe:
Ciudad con fisiología de semilla
pues donde caen un desacierto brota en
seguida una
revolución.
Atahualpa expresa el
sentido de revolución en Arequipa en dos
versos inmortalizados en los arcos de los portales del mirador de Yanahuara:
Aquí se hicieron
cañones de metal de las campanas para encauzar los desbordes de lavas
republicanas
Que el pueblo que
defiende en derecho lleva un muro invencible en cada pecho.
Pero es Guillermo Mercado quien con mayor énfasis alude a la revolución y al espíritu
contestatario de los arequipeños incitando a la lucha por los legítimos
derechos del pueblo en Mis credenciales:
Arequipa,
porque en
tu corazón
hecho de
lava y de ternura,
me consta
que la Patria atribulada
se sirve
el real
fermento
de su
libertad sagrada,
cada vez
que se alza la pálida
cuando
lobos y vampiros la succionan.
En El poema de tu historia:
Tensas tus
calles
se henchían
y desbordan
el torrente
embravecido de tu pueblo…
En los
pechos desabrochados
tus
corazones desenvolvían
y
enarbolaban
sus
banderas de sangre…
Así como en Poema y mensaje a mi pueblo:
Que la libertad que gozan ellos
será comedia de esclavos,
si no la viven, la trabajan y elevan
en la jornada suprema de cada día,
si no la saben en el pan, en el amor y en la idea.
Si no derruyen las celdas
de esas conciencias de barro,
para que ella entre en la vida
como el oxígeno, como el sol y como el agua.
Para concluir, tanto Alberto Hidalgo, como
César Atahualpa Rodríguez y Guillermo Mercado —que dada la salvedad de siete a
quince años de diferencia de edades, viven en el mismo espacio geográfico:
Arequipa todavía rural y no tanto urbana, alrededor del siglo diecinueve— poseen similar visión de Arequipa ya sea
tanto como paisaje campestre, así como espacio arquitectónico, de la misma
manera que expresan de equivalente
manera la personificación femenina de Arequipa como masculina del Misti así
como retratan la misma religiosidad y espíritu revolucionario de la cuidad que
a pesar del paso del tiempo, ha podido conservar —de no ser por la desaparición
del campo para dar lugar a la creciente urbe—
las mismas características hasta el día de hoy.
Texto y fotografías propias.
CONTENIDO INTELECTUAL DE LA ADMINISTRADORA DE ESTE BLOG
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